De ahí que el Folklórico Mexicano es un abanico infinito de posibilidades para investigar, estudiar y disfrutar. Poco a poco iremos conociendo los diferentes bailes de México, en todas sus designaciones: sones, huapangos, corridos, jaranas, zapateados, polkas, jarabes, cuadrillas, prehispánicos, festivos, étnicos, sociales, estilizados y más.
Este género de danza fue el primero que estudié, cuando era niña y lo bailé por muchos años. Siempre con el mismo maestro, un primer bailarín del Ballet Folklórico de México y excelente coreógrafo. Tengo el honor de haber sido su primera alumna, y él dice que conmigo se hizo maestro. Es cierto, él era tan joven, con sólo 19 años se inició como maestro. Mi mamá quería que yo estudiara este tipo de danza y buscó un maestro que fuera a casa a darme clases, pues ella trabajaba y no podía llevarme a alguna academia. Hasta que lo consiguió, y se unieron a mis clases tres primas, la hija de unos amigos y tres sobrinas del maestro.
Ese gran maestro fue Mario Mejía Cabrales, a quien siempre recuerdo con muchísimo cariño y admiración. En cualquier función en la que participaran grupos de diferentes coreógrafos, siempre resaltaba el grupo del Maestro Mejía, por que él era muy exigente con todo, perfeccionista y cuidadoso, y eso exigía a sus alumnos, sin importar la edad de los mismos. A nosotras desde niñas siempre nos insistió en que las cosas se debían hacer bien, a tiempo, para que se viera bien. También en asuntos de vestuario era muy cuidadoso, no permitía errores. Definitivamente eso lo traía de la escuela de Amalia Hernández, pues ella así era, exigente para todo y con todos.
Sin afan de presunción ni de sonar pedante, en esa época (60's), además de nuestros
festivales de danza propios (para que nuestras familias y amigos vieran los avances, año con año), nuestro grupo, formado por las 7 niñas, era muy solicitado para participar en festivales de diferentes escuelas de danza como invitado, también en eventos sociales (YMCA, University Club, Schridners) y para programas de televisión.Los comentarios siempre eran los mismos: "Parecen adultas, bailan como adultas, parecen profesionales, es todo un ballet".Y claro, por supuesto que nosotras siempre procurábamos ser mejores cada día por que nos gustaba sentir que éramos un grupo infantil fuera de lo común, no era bailar por divertirnos -aunque nos divertíamos bailando- sino por agradar a un público como espectáculo. Eso lo aprendimos desde muy pequeñas y adquirimos la suficiente responsabilidad para llevarlo a cabo.De eso siempre me sentiré muy orgullosa, al igual que de mi Maestro Mario Mejía, gracias a él lo pudimos hacer siempre tan bien.
¡Gracias Maestro Mario Mejía!
El amor a la danza también se transmite