viernes, 8 de octubre de 2010

La Jarana Yucateca

(Click en las fotos para ver tamaño original)

La jarana yucateca es un baile y una forma musical originarios de la Península de Yucatán, México. “Jarana” según el diccionario quiere decir jolgorio, bullicio, diversión ruidosa de la gente del pueblo. En la época de la Colonia durante los siglos XVII y XVIII, en la Península de Yucatán los españoles y los criollos solían decir despectivamente cuando empezaban las fiestas populares: “ya empezó la jarana”. El pueblo indígena entendió esto como si se refirieran a la música que se tocaba durante las festividades y atribuyó el nombre como genérico a los sones que se interpretaban. Fue así que el baile regional de Yucatán adoptó el nombre de Jarana.


Auténtica muestra del mestizaje artístico la jarana atrae y conquista, ya sea por la cadencia y elegancia de los pasos, por la alegría de la música, o por la actitud solemne de los bailadores cuando zapatean.

Nuestro Yucatán es muy rico en tradiciones, su cultura es una de las más transcendentes y con muchos legados, entre ellos su música y sus danzas.

La jarana alcanza su clímax durante las  vaquerías, que son fiestas asociadas con el proceso de marcar el ganado y que ahora están relacionadas también a motivos religiosos de las diferentes poblaciones del estado, que se realizan tradicionalmente mediante un verdadero ritual protocolario, en donde el bastonero a su arbitrio se encarga de designar a los compañeros de las jóvenes para el baile. Las vaquerías toman su nombre y tienen su origen en la fiestas que se hacían antiguamente para herrar el ganado vacuno en las haciendas; en la actualidad, sólo quedan algunos vestigios, como el hecho de que se finaliza la fiesta con la ejecución de El Toro Grande. En la actualidad la jarana se ha convertido en el baile emblemático de la región y su perfeccionamiento y representación se ha vuelto tema académico y es utilizado para mostrar a los visitantes en general las habilidades de los habitantes y los vestidos típicos del país. La ciudad de Mérida, capital del estado mexicano de Yucatán, cuenta con un gran número de grupos especializados en el baile de la Jarana, que hacen de su arte tema de muestra y orgullo ante la población y los visitantes.

Podría decirse que tanto la música como los bailables tienen una cierta influencia de la Jota Aragonesa, y en efecto hay ciertos aires, ritmos y modos que la rememoran, pero es absoluta su originalidad y desde luego, como cualquier otro producto cultural del mestizaje, ancla su raigambre en las dos fuentes que la nutren: lo maya y lo español.

El baile se hace normalmente por parejas. Los pasos se dan por zapateado y predomina en el baile de la jarana el hieratismo de las danzas aborígenes que influye en la verticalidad de las posturas de sus intérpretes, que en las partes valseadas realizan giros con los brazos en alto en ángulo recto – al estilo de los bailadores de jota – y tronando los dedos, reminiscencia de las castañuelas españolas. Con esta sola excepción, el baile de la jarana se limita a las extremidades inferiores, manteniendo el tronco del abdomen hacia arriba de manera erguida particularidad que la distingue de la jota y del zapateado español. El tronco del bailador permanece erguido, y esa posición erguida permite a los bailadores en algunas piezas sostener objetos en la cabeza sin que se caigan, lo que se convierte en una de las galas o suertes características del baile. Los más dotados sostienen una botella llena de líquido o incluso una charola con varios vasos o botellas llenos, sin derramar el contenido.


El zapateado de la jarana no tiene pasos fijos ni diferenciación entre los del hombre y de la mujer. En ciertas comunidades predominan determinados pasos localmente tradicionales, sin que ello excluya otros diferentes, propios de la fantasía de los bailarines, ya que cada quien puede realizar sus creaciones personales, entremezclando varios pasos ya conocidos.

Dos golpes de timbal marcan el inicio del baile, inmediatamente el bastonero forma las parejas a su arbitrio procurando que ninguna se quede sin participar y las forma en dos largas filas, frente a frente, una de hombres y otra de mujeres. Cada pareja conserva su autonomía en el baile y su propio ámbito de dos metros aproximadamente, en el cual se entrecruza y realiza todas las figuras que su habilidad le permite.

Existen dos formas métricas de este tipo de baile: la jarana 6 por 8 (compás músical de 6/8), zapateada, nieta de los aires andaluces e hija de los sones mestizos, es de movimiento vivo marcado a dos tiempos, cuyo acento rítmico cae en el segundo tercio del tiempo ligero del compás, en una nota que puede ser prolongada hasta el tercer tercio o sincopada hasta el primer tercio del compás siguiente.

Una de las características musicales de la jarana 6 por 8 (compás musical de 6/8) es la de reforzar el segundo tercio del tiempo pesado de los compases impares, mediante una apoyatura superior de segunda, mayor o menor. En la actualidad se ha perdido esta particularidad en su escritura, más no así en su ejecución, ya que los músicos intuitivamente la hacen siempre, a manera de adorno.

La jarana 3 por 4, (compás músical de 3/4) nacida posteriormente, es valseada y tiene el aire de la jota aragonesa de la que deriva, por ellos su movimiento metronómico es igual a 84 blanca un puntillo, inicialmente la jarana 3 por 4 (compás músical de 3/4) era exclusivamente para ser bailada, posteriormente se le han agregado textos rimados, ya sea adaptándolos a una música preexistente o bien musicalizando determinados versos festivos, generalmente cortos y del género picaresco. Un ejemplo es “La fiesta del pueblo” de Manuel Burgos Vallina.

En el siglo XX se introdujo la costumbre de escribir jaranas que contienen ambos ritmos, la primera en 3 por 4 (compás musical de 3/4) y la segunda en 6 por 8 (compás musical de 6/8) como “Mi lindo Motul” de Armando González Domínguez y “La Morena de mi Pueblo” de Manuel Gil Lavadores.

Derivada de antiguos sones regionales, la música es también una mezcla peculiar de canciones y ritmos europeos con expresiones milenarias del alma musical del pueblo maya. La música, estrepitosa y sonora, es ejecutada por una “charanga jaranera”, conjunto que acompaña a los bailarines y que consta de algunos elementos esenciales: dos trompetas, dos clarinetes, un trombón, tres saxofones (dos altos y un tenor), un contrabajo, bombo, un güiro y dos timbales. El conjunto puede crecer más hasta formar pequeñas orquestas como la Orquesta Típica Yucalpetén, que acompaña en una fiesta ya tradicional todos los jueves por la noche en la Plaza de Santa Lucía en la Ciudad de Mérida a los conjuntos jaraneros más renombrados de la región que ahí hacen sus presentaciones para deleite de propios y extraños. La música yucateca es muy alegre y bonita, y también son románticos, por ello es que hay tantos compositores yucatecos mundialmente conocidos.

En un momento determinado en el curso del baile, se detienen la música y el baile y se suelta la "bomba", que hace reír a los participantes y al público en general. La bomba yucateca comúnmente es una cuarteta o una redondina octosílaba que se dice como piropo a la mujer con quien se baila o hace alusión al momento que se disfruta. Puede ser romántica o jocosa, pero nunca grosera.

Una voz grita: "¡Bomba!" y la música se interrumpe, entonces el mestizo se adelanta y dice la cuarteta; la gente responde: "Bravo" y continua la música, el baile, el fandango y la jarana.

Ejemplos de “bombas”:

En esa boquita en flor
que te ha regalado Dios,
no hay ningún labio inferior,
son superiores los dos.


Mestiza bella y galana
de Yucatán linda flor,
tu hermosura meridiana hace que cada mañana viva soñando en tu amor.

Una suerte de la jarana es ejecutar el baile sobre un almud, cajoncillo de madera que servía a los árabes como medida para comprar y vender granos y que se utilizó en Yucatán para la medición del maíz desgranado. Por las pequeñas dimensiones del almud, se requiere de una habilidad especial para que el baile luzca.

Vestimenta


El vestido típico de las mujeres de Yucatán recibe el nombre de “terno”. Como su nombre lo indica, consta de tres piezas: jubón, hipil y fustán. El jubón es una solapa cuadrada de veinte o más centímetros de ancho bellamente decorada con motivos bordados, su encanto radica en el escote cuadrado que deja libre parte del pecho y la espalda, con delicada audacia. Ésta va en el cuello del hipil, que es el vestido cuadrado que cubre el cuerpo de la mujer hasta media pierna, cuya parte inferior está decorada de igual forma que el jubón. El fustán es un medio fondo rizado que se ajusta a la cintura con una pretina de la misma tela debajo del hipil, llega a cuatro dedos arriba de los tobillos y está decorado con encaje y bordados. Cada una de estas prendas lleva un “ruedo” bordado en punto de cruz o a máquina. Los ruedos se complementan con anchos encajes blancos que penden del hipil y del fustán. El jubón lleva un encaje delgado en la orilla.

Existe una gran variedad de ternos bordados en hilos de seda o de algodón con diversos motivos florales (rosas, claveles, campánulas, tulipanes), realizados sobre telas de charmés, raso o dacrón. El bordado se puede hacer de diferentes tipos; el más bello y también el más complicado es el xokbichuy o punto de cruz, el cual se hace a mano. Los bordados se combinan, en ocasiones, con la técnica de “manicté” (del maya xmanikté), que es un calado o deshilado a mano para formar figuras o flores mediante amarres. Algunas prendas tienen únicamente adornos de este tipo, lo cual muestra la laboriosidad y el gusto de la mujer por la confección del vestido. En los pueblos aún se puede observar la veterana, clásica estampa de una mestiza sentada en un banquillo en el patio o a la puerta de la casa de paja bordando pedazos de raso, chermés, dacrón o seda que más tarde engalanarán algún terno.

El elegante terno de mestiza de buena casta, se complementa con un fino rebozo de santa María y con el rosario de filigrana, que el orfebre yucateco realiza, tejiendo el oro con la magia de sus manos, convirtiéndolo en largas cadenas de tres y cuatro vueltas para adornar el cuello de la mestiza elegante, y a cuyo final pende la venerada cruz del Salvador.

En el capítulo XXXI del libro “Relación de las cosas de Yucatán”, Fray Diego de Landa, al hablar de los vestidos y adornos de las indias de Yucatán nos da la siguiente descripción, que puede tomarse como un antecedente del terno actual:

“Las indias de la costa y de las provincias de Bacalar y Campeche son muy honestas en su traje, porque allende de la cobertura que traían de la mitad para bajo (fustán) se cubrían los pechos… con una manta cuadrada (jubón); todas las demás no traían de vestidura más que un como saco largo y ancho, abierto por ambas partes y metidas en él hasta los cuadriles”(hipil).
Más adelante el padre Landa habla de “una manta que, cuando iban en camino usaban llevar cubierta, doblada o enrollada” manta que al correr de los años daría origen al rebozo de múltiples usos, variados colores y diversas facturas. La mujer yucateca usa el reboso pringado de Santa María.
El atavío de las “mestizas” se complementa con unas zapatillas cerradas de tacón recto y trabita, que indispensablemente son blancas como la tela del terno. Estas zapatillas pueden ser de piel, charol o forradas de tela, como las describe el poeta Carlos Duarte Moreno en su canción Aires del Mayab: “Muchacha bonita, zapatos de raso bordado de seda te voy a comprar”.

Las mujeres del Mayab peinan su negra cabellera tirándola para atrás, sin raya en medio, y la enrollan sobre sí misma hasta formar un “t’uch”, moño o chongo de pelo que las mujeres se atan en la cabeza, arrollado acomodado en forma de ocho sobre la nuca; es el peinado especial que usan las indígenas y las “mestizas”, llamado también “zorongo”, fijado con una peineta. Sobre el t’uch prenden un hermoso lazo de cinta francesa o de “agua”, realizado con un listón de dos metros de largo por diez centímetros de ancho. Se colocan flores del lado derecho para las mujeres casadas y del izquierdo para las solteras.

Ninguna mestiza se sentirá satisfecha de su atuendo si no lleva al cuello las joyas tradicionales: un rosario de filigrana de oro; otro de corales y una gruesa cadena salomónica de dos vueltas, de la que penden varias monedas y una medalla grande con efigie religiosa. Aretes de filigrana y coral, semanarios y pulso de petatillo de oro complementan su ajuar. Don Santiago Pacheco Cruz, en su libro “Antropología Yucateca” nos da la siguiente información: “Las bailadoras se presentaban trajeadas como sigue: Elegante terno de tela fina blanca, con amplios bordados caprichosamente adornados tanto en la parte inferior como la superior, terminando con anchos encajes en los bordes.

El fustán o falda que se colocaban debajo del terno o hipil también llevaba adorno en el borde, usaban zapatillas blancas adornadas al igual que las medias o sin ellas. Orlaban sus gargantas gruesas cadenas de oro puro, terminando con una hermosa medalla ovalada conteniendo la bella efigie de la Virgen de Guadalupe; otras bailadoras llevaban además elegantes rosarios de filigrana.
Se llenaban los dedos, menos el pulgar, con sendos anillos. El elegante peinado terminaba con hermoso moño, t’uch, atado en una ancha cinta de color violeta, rosa, verde, amarilla o roja; pero lo más atractivo que portaban era el sombrero elegante de jipi que colocaban al revés con la parte trasera por delante y en la que ostentaban un espejito cuadrado o redondo , se desprendían de él dos anchas y muy largas cintas que le colgaban hasta la cintura; se colocaban además otra cinta poco más ancha cruzándose el cuerpo en forma diagonal que, pasando por el hombro derecho, terminaba con una roseta hecha de la misma cinta, con las puntas colgando.”

El terno lo usan las mestizas exclusivamente en las fiestas de la vaquería y con algunas variantes, en las bodas mestizas. En estas ceremonias religiosas la única persona ataviada con el terno es precisamente la novia pero el vestuario difiere de los de la vaquería en el colorido de los ruedos, ya que el que les sirve en las ceremonias nupciales lleva solamente bordados blancos y se complementa con un largo velo de tul que toca el suelo. La cadena salomónica de dos vueltas les sirve como lazo nupcial.

En las otras festividades (cumpleaños, gremios, procesiones, etc.) la mestiza usa invariablemente el hermoso hipil bordado a máquina o en punto de cruz de vivo colores y fustán de popelina rematado con ancho encaje blanco de algodón, calza “capelladas”- sandalias parecidas a las alpargatas masculinas- y se cubre con su inseparable rebozo pringado. Cuando guarda luto por la muerte de algún familiar próximo usa el rebozo y bordados negros.

El atuendo de diario es parecido al anterior pero mucho más modesto, el hipil no lleva bordados, sino una tira estampada y el fustán carece del mencionado encaje de algodón. Generalmente andan descalzas.

El traje del mestizo es igualmente elegante y a tono con el clima cálido de Yucatán. Consta de pantalón blanco de corte recto con valenciana, bolsas verticales a los lados y horizontales en la parte trasera; filipina blanca de manga larga y cuello alto y redondo, sin solapa, que usan sobre una camiseta igualmente blanca de algodón, de media manga; los pudientes cierran esta prenda con fina abotonadura de oro.

Por tradición, los hombres también deben vestir de mestizos, con pantalón de dril y guayabera de seda o lino, ambos de color blanco. Dependiendo de la ocasión y el clima el hombre utiliza la guayabera en distintos colores, generalmente claros, la cual se utiliza dependiendo de la ocasión y el clima. La filipina es una variante de la guayabera utilizada desde finales del siglo XIX y a la que se considera la prenda típica del mestizo. Llevan sombrero blanco de jipi o palmilla (ajustado con una angosta cinta negra), de dos pedradas al frente, elaborado en Ticul o Halachó. Calzan alpargatas blancas “chillonas” de cuero de vaqueta, de tacón alto y grueso. Complementan su atavío con pañuelo rojo y grande, el “paliacate”, que llevan colgado de la bolsa lateral derecha o alrededor del cuello cuando tienen la chamarra abierta.El traje del diario consta de pantalón recto de mezclilla y camisa cerrada por dos botones de hueso, de manta rayada o cotín. Sombrero de palma, con costura de araña azul o verde. Sin faltarles el inseparable paliacate.A lo largo del año, hay oportunidad de ver excelentes muestras de la danza en diversos espectáculos públicos; sin embargo es también muy recomendable acudir a una vaquería tradicional, donde la muestra es tal vez menos espectacular, pero más auténtica.

El traje de trabajo o de faena consta de calzón largo de manta, ceñido a la cintura por un delantal del cotín, camiseta de hilo de manga larga, sombrero de palma y alpargatas de plantillas de cuero, sin tacones, sujetadas a los pies con un hilo de henequén corchado que se enrollan hasta los tobillos. Llevan invariablemente un “sabukán” de henequén donde portan sus instrumentos de labranza y sus alimentos y un calabazo o “chuh” donde llevan agua o agua miel para prepara su “pozol”.



La jarana yucateca es una excelente muestra de la danza mestiza, el arte manual y la colorida tradición del folklore mexicano.



Aquí unos videos para disfrutar:

Jarana Yucateca Vaquería

Ciudad Blanca

Las Suertes en la Jarana Yucateca

La Fiesta del Pueblo

La Danza de las Cintas

Ballet Folklórico de México de Amalia Hernández

Mi Yucateca 6x8 (Almudes)

Mi Linda Cansahcabeña

Pichito Amoroso

Jarana Yucateca Vaquería

Ballet Tzome - Yucatán

Ferrocarril Suertes - Ballet Juvenil Ayuntamiento de Mérida

Las Canastas de Halachó